viernes, 8 de mayo de 2009

Juglar del adoquín y de la noche





Cuando en agosto del año pasado escribí la crónica del show de GEMA en el ciclo Ensayo de Orquesta del Cineclub Municipal Hugo del Carril, recuerdo haber dicho: “la canción es uno de los géneros musicales más antiguos y con mayores proyecciones a futuro en el mundo. Desde la Grecia antigua, pasando por la Edad Media y atravesando toda la Modernidad, la canción se renueva al ritmo de la historia.” Sin dudas, el pasado martes 5 de mayo se reafirmó esta idea: el cantautor Gabo Ferro se adueñó tiernamente de las tablas del Cineclub para regalarnos un puñado de frescas canciones.

El músico y poeta, que además es historiador y docente universitario, comenzó en los años 90 a actuar al frente de una banda de hardcore llamada Porco, luego de haber estudiado Psicología. Luego de una ascendente carrera con dos discos publicados y de haber atraído la atención de la prensa, Gabo Ferro abandonó la banda en el año 1997 y, en un silencio musical que duró siete años, estudió, se recibió y se doctoró en Historia, publicando un libro –su tesis- titulada Barbarie Y Civilización: Sangre, Monstruos Y Vampiros Durante El Segundo Gobierno De Rosas (1835-1852) adquiriendo una Mención Honorífica del Fondo Nacional de las Artes en el año 2005. Atraído por una propuesta del líder de Pez y ex Fabulosos Cadillacs Ariel Minimal, Gabo Ferro publicó el álbum Canciones que un hombre no debería cantar (Azione Atigianale, 2005) calificado por la crítica especializada como el mejor disco de ese año. Al año siguiente apareció su segundo disco titulado Todo lo sólido se desvanece en el aire (Azione Artigianale, 2006) seguido de Mañana no debe seguir siendo esto (Azione Artigianale, 2007) captando la atención de la crítica y de un público ávido de nuevas plumas frescas, y manteniendo su relación con el sello independiente de Ariel Minimal. En el año 2008 Gabo Ferro presentó su último material discográfico Amar, temer, partir.

Luego de una cuestionada y casi frustrada actuación en un boliche en Córdoba, el músico se presentó nuevamente para regalarnos su arte en un clima de intimidad. Fue así que el martes 5 de mayo ante una audiencia expectante y feliz, y a sala completamente llena, Gabo Ferro repasó alrededor de veinte temas de su repertorio solista bajo una tenue cascada de luces. Solo con su guitarra interpretó canciones minimalistas, bellas, adornadas de arpegios y de acordes con texturas rockeras, jugando con tiempos y disonancias, subiendo y cayendo en múltiples intensidades. Vale recordar que es un cantor experimental, y lo demuestra haciendo uso de falsetes –más allá de su alto tono característico-, susurros y vociferadas acompañando las cadencias armónicas y melódicas ejecutadas en la guitarra. La poesía de las canciones de Ferro hablan de vivencias trastocadas por una gota surrealista, de recuerdos distorsionados y de marcas de fuego; letras llenas de humor y llenas de melancolía, de deseos de futuro y de deseos de olvido. Hay que aclarar que a Gabo Ferro se lo inscribe dentro de un circuito de cantautores jóvenes con los cuales él comulga, actúa y produce, entre ellos están Flopa, Florencia Ruiz, Ariel Minimal y Lisandro Aristimuño, entre otros talentosos y renovadores artistas que pregonan la canción militante de las producciones independientes.

Al finalizar el espectáculo, Gabo presentó una canción nueva perteneciente a un futuro álbum que tiene como tópicos al amor y a la muerte –quizá los tópicos de la humanidad-, y el “juglar hardcore” se despidió interpretando el tema “Dios…” a capella y casi sin luz. Un final brillante para un espectáculo lleno de frescura y –valga la antonimia- calidez, digno de un trovador que sabe manejarse fuera de los áridos caminos de las grandes industrias y de las superproducciones.

Crónica: Santiago Pfleiderer

Fotos: Irupé Medina


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