El público iba entrando de a poco a la sala y se encontraba a la banda ya tocando, en un combo de sonidos que viajaban sobre bases dub, reggae o electrónica sin ningún tipo de prejuicio.
Cada músico tuvo su momento, ya sea el violín, las bandejas, la percusión o guitarra eléctrica. Las imágenes que se proyectaban en la pantalla (de corte psicodélico) se acoplaban perfectamente a la música dando como resultado un viaje multi-sensorial que invitaba a ponerse de pie y bailar.
Y tal vez el único paso en falso fue ese: junto a la sorpresa y comodidad de ver a una banda así en la sala, quedó la sensación de que fue un show pensado para que la gente saltara, bailara y tomara vuelo junto a la “armada del dub”, cosa que las instalaciones del cine hicieron imposible.
De todas maneras, pudimos ver una banda fuera de lo común que poco a poco va ganando su lugar en la escena.
Texto: Andrés Moreno / Fotos: Irupé Medina
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